Cualquier estudio verdadero de Hatha Yoga empieza por el estudio de
algunas normas de ética y moral del Yoga. También son normas de la vida
cotidiana del practicante. Como siempre en el principio se estudia teóricamente
y luego se aplica a lo diario. Cada una de estas reglas tiene el propio propósito,
pero todas tienen este enfoque de atraer la mente en el momento, en este
sentido son métodos indirectos que provocan la calma mental. La práctica de
estas leyes espirituales cambia y dirige el espíritu del practicante hacia los valores divinos. Son tan importantes que
entre diferentes etapas de Hatha Yoga
ocupan los primeros puestos. No significa que hay que en el principio dedicar
algunos años a este estudio y solo luego pasar más adelante en la práctica. En el Yoga todas las formas se practican juntas. Pero hay gran diferencia entre el
practicante del yoga y una persona que viene a las
clases dos, tres veces a la semana para perder el peso, mejorar el cuerpo y la salud. Algunas de estas personas puede ser que durante años siguen con las clases, pensando que el Yoga es lo que se hace en la clase para conseguir los objetivos personales de esta gente. Un practicante del Yoga, al empezar su práctica, rápido tiene la idea de
lo grande que es, y practica el Yoga en su totalidad.
clases dos, tres veces a la semana para perder el peso, mejorar el cuerpo y la salud. Algunas de estas personas puede ser que durante años siguen con las clases, pensando que el Yoga es lo que se hace en la clase para conseguir los objetivos personales de esta gente. Un practicante del Yoga, al empezar su práctica, rápido tiene la idea
Yamas
Hay cinco normas que se
llaman Yamas. A través de la práctica de abstención ayudan al practicante de
desapegar de la influencia del mundo exterior y también cambian los valores
interiores del practicante, dirigiéndole hacia los valores divinos.
Ahiṃsā es una práctica de no violencia,
de no hacer daño. Parece fácil, no hagas el daño a los demás y ya está. Pero
imaginamos una situación típica: dos amigos empiezan discutir de lo que sea,
normalmente es algo no tan importante. Si no se calman rápido, la voz empieza
subir y, en poco tiempo están gritando, usando las palabras feas. Otro ejemplo
típico: el matrimonio. Puede ser que no existen los matrimonios que nunca caen
en este exceso de gritar y culpar al otro. Si miramos al fondo, el motivo de
todas estas discusiones no es que otro tiene culpa, en el fondo es falta de
entendimiento, de tolerancia y paciencia nuestra. El primer tejido humano que
toca la práctica de Ahimsā, es la calma mental y la paciencia, es afilar algún
microchip en la cabeza que es responsable por tener la mente tranquila y no
caer cada rato en los excesos de las emociones fuertes.
El Ahimsā educa al
practicante en diferentes niveles. Desde luego, lo primero es no hacer daño
como a sí mismo, a los demás, a la naturaleza, a todo lo que nos rodea. No
hacer daño, como en la forma directa, tanto en la forma indirecta. Por ejemplo
el Ahiṃsā es uno de los motivos de la dieta del Yoga que excluye la carne y el
pescado. En esta forma el practicante no hace daño al mundo animal. Imagina, si
toda la gente de planeta deja de comer la carne y el pescado. Parece un poco
teórico e imposible de conseguir en la práctica. Pero en Yoga no hay prisa.
Para acercarse a esta meta, hay que cambiar la conciencia de cada persona que
vive en este planeta. Y poco a poco lo ocurre. Actualmente hay mucho más gente
que practica la dieta vegetariana, que antes.
Otro nivel que toca la
práctica de Ahiṃsā es el amor. Tener el enfoque de no hacer daño a todos seres
vivientes, a todo lo que nos rodea, como consecuencia provoca el sentido de
amor. No hacer el daño a un objeto o a un animal, no se base en el esfuerzo
mental, se base en el amor hacia este objeto o animal. Este amor que crece en
el corazón del practicante, es como una flor que se madura y se prepara para
que un día una abeja se acerque y entra en la flor. Todo en este mundo tiene un
sello de divinidad. Amar este mundo y cuidarlo provoca la manifestación de lo
divino que está en cada uno, porque amar y cuidar es lo esencial para la
divinidad. Reconectar con esta cualidad
divina en ti mismo ayuda a reconocer con tu propia naturaleza divina.
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